FRIEDRICH NIETZSCHE
BIOGRAFÍA
Foto: Friedrich Nietzsche (Fuente: Luventicus)

Nietzsche nació en 1844 en la casa parroquial de Röcken (Alemania). Su padre, sus abuelos y sus bisabuelos eran pastores protestantes. Su padre falleció cuando el pequeño Friedrich tenía cuatro años de edad. Era un niño ensimismado y de extrema rectitud de conciencia, al punto que sus amigos lo apodaban "Pequeño Pastor".

Al ingresar a la escuela secundaria, estudió piano y comenzó a componer pequeñas obras musicales. A partir de los catorce años, prosiguió sus estudios como interno en la prestigiosa escuela de Pforta, donde recibió una sólida formación científica, literaria y religiosa, aprendiendo griego y latín y leyendo a los clásicos en su lengua original.

A los diecisiete años comenzó a sentir dudas de fe. Al salir de Pforta, se inscribió en la carrera de Teología, por insistencia de su madre, pero al mismo tiempo se anotó en Filología. Concluido el primer semestre, dejó definitivamente la Teología para dedicarse a la Filología. En 1865 leyó a Schopenhauer, cuyas afirmaciones lo conmovieron. Para ese entonces ya había dejado atrás la fe cristiana.

En 1867 ingresó en la Caballería para participar en la guerra entre Prusia y Austria, y en 1869 fue nombrado Profesor de Filología de la Universidad de Basilea (Suiza). En 1870 dejó por poco tiempo la universidad para ejercer como voluntario en los cuerpos de sanidad durante la Guerra Franco-Prusiana. A su regreso, en Basilea, conoció al famoso músico Wagner, con quien estableció una amistad que duraría varios años.

Sin embargo, su promisoria carrera universitaria se vio truncada por problemas de salud. Sufrió migrañas recurrentes y vómitos, que se hicieron cada vez más frecuentes, impidiéndole realizar su labor. En 1879 solicitó ser relevado de su cargo y se le asignó una pensión, lo que le permitió vivir dedicado exclusivamente a la escritura. Nietzsche viajó entonces por el sur de Alemania, Suiza y el norte de Italia, buscando un clima más favorable para sobrellevar sus dolencias.

A principios de 1889, en Turín, sufrió un ataque del que ya no pudo reponerse. Vivió sus últimos años atendido primero por su madre y, luego del fallecimiento de ésta, por su hermana, hasta su muerte en el año 1900.

Entre sus obras se destacan 'El origen de la tragedia en el espíritu de la música', 'Aurora', 'La gaya ciencia', 'Así habló Zaratustra', 'El anticristo', 'Más allá del bien y del mal', 'Ecce homo' y 'La voluntad de poder'.

Nietzsche sostenía que las creencias en Dios, la Moral y la Metafísica se han revelado inconsistentes; que su origen no se encuentra sino en el hombre, en el hombre débil y sufriente que no puede superar por sí mismo su dolor y busca consuelo en el más allá. Por eso habla de la "muerte de Dios" y propone un nuevo tipo de hombre: el súper-hombre. Paralelamente, advierte sobre el peligro de que nuestro tiempo dé a luz al más bajo de los hombres, al "último hombre", que no vive ya la grandeza alienada del hombre clásico pero tampoco llega a la propia del súper-hombre. El "último hombre" es aquel que se conforma con lo superficial, que no se conmueve ni por la "muerte de Dios". A este tipo de hombre Nietzsche lo considera despreciable. En cambio, en varios pasajes muestra admiración por los santos y los miembros del alto clero de la Iglesia Católica, no por su fe sino por su autoexigencia. Nietzsche fue, indudablemente, una persona de espíritu aristocrático.

«Dios ha muerto», decía Nietzsche. La concepción según la cual el mundo tiene un orden y sentido, ya sea éste inmanente o trascendente, ha sido superada. El hombre ha tomado conciencia de que todo lo que consideraba como sagrado, santo, bello y bueno, no lo era en sí mismo sino porque él lo valoraba así. El hombre se descubre como aquel que valora, aquel que da sentido. La vida tiene el sentido que nosotros le damos y en ello reside la grandeza del hombre. Ya no podemos hablar de un bien y un mal objetivos. Por eso, en 'Así habló Zaratustra', su obra más famosa, el personaje central es el predicador persa que siete siglos antes de Cristo enseñó que había un Principio del Bien y un Principio del Mal. En la obra, Zaratustra viene a enmendar su error, a decirnos que no hay un bien y un mal en sí mismos. El bien y el mal son lo que nosotros hacemos que sean, pero nosotros estamos "más allá del bien y del mal".

 
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