Un renacentista en el siglo XXI
Nací en Oviedo algún año antes de que el hombre pisara la Luna, y en esa hermosa ciudad transcurrió mi infancia y juventud. Fui un auténtico empollón pero
también encontré el tiempo y las ganas suficientes para dedicarme de forma intensa y como jugador federado al baloncesto, el que sería el deporte de mi vida,
y en el que, para lo que en aquel tiempo y lugar se acostumbraba, alcancé un nivel bastante razonable. Otra parte de mi tiempo era absorbido ya por la lectura,
siendo un ferviente devorador de las obras de Enid Blyton.
Cuando llegó la hora de elegir estudios universitarios, analicé mis intereses -computadores, electrónica, electricidad, comunicaciones- y uniendo esos
intereses con algún que otro aspecto práctico, decidí cursar los estudios de Ingeniería Industrial en la entonces E.T.S. de Ingenieros Industriales de Gijón
donde obtuve el título en 1990 en la especialidad de Electrónica y Automática, acompañado del nada desdeñable honor de alcanzar el número 1 de la promoción.
Elegí mi primer trabajo con un enfoque más vocacional que pragmático y pasé algo más de dos años en la empresa G.A.D.D. donde desarrollé mis conocimientos de
informática, además de aprender sobre algunos aspectos curiosos como el manejo de terminales punto de venta, la codificación y lectura de códigos de barras o
la gestión documental.
1992 fue para mí, como para España, el año de los grandes acontecimientos. En ese año, mientras a mi alrededor transcurrían los actos del Quinto Centenario del
Descubrimiento de América, la Expo de Sevilla o las Olimpiadas de Barcelona, me casé, compré mi primer coche, cambié de trabajo y, como consecuencia de todo
ello, trasladé mi domicilio a Madrid.
Mi nuevo trabajo se desarrolló en Telefónica Investigación y Desarrollo donde permanecí más de doce años. Una empresa muy especial, con una fortísima cultura
de compromiso, excelencia e innovación, y donde creo que recibí mi auténtica formación como profesional. Comencé por participar en proyectos muy cercanos a
las telecomunicaciones y así trabajé en un sistema relacionado con el protocolo SS7 pero, poco a poco, las circunstancias y la propia orientación de la
empresa, fueron enfocando mi actividad más hacia el mundo de los sistemas de información y del software. Al principio, mis intereses se centraban en gestión
de red, gestión de servicios de telecomunicaciones e ingeniería software, especialmente en lo relativo a la entonces emergente orientación a objetos. Luego
el área de actividad se desplazó hacia los sistemas de soporte al negocio (provisión, trouble ticketing, workflow, etc). En los últimos años en esta compañía,
desarrollé un gran interés por la innovación, no solo tecnológica sino también, y principalmente, por el desarrollo de negocio en nuevos campos. Y, así, tuve
la oportunidad de explorar áreas como las soluciones P2P, la Historia Clínica Electrónica o el CRM y participar en alguna consultoría de sistemas y de procesos.
Probablemente, ese creciente interés en el negocio no fuese ajeno al hecho de que en 1999 cursase un Executive MBA en el Instituto de Empresa, un hecho que
me abrió perspectivas completamente nuevas del mundo de la empresa y del papel que en ella juega realmente la tecnología. Descubrí la estrategia y las
finanzas, el marketing y el control de gestión…y mi visión del trabajo y mi enfoque profesional no volvieron a ser los mismos.
En esos años, también me convertí en padre y retomé con muchísima fuerza la lectura de obras literarias que había dejado algo abandonada durante la época
universitaria y primeros años de actividad profesional. Se trataba ahora, y ya para siempre, de una lectura adulta, donde se cruzaban los clásicos con obras
de reciente factura. La actividad deportiva la concentré, a falta de mejores opciones, en hacer ‘footing’.
En 2005 abandoné Telefónica Investigación y Desarrollo para ingresar en Telefónica Soluciones. La actividad durante los dos primeros años no fue muy diferente
a la precedente pero, en 2007, y ante la orientación de la compañía a que pertenecía, cambié de actividad, dejando a un lado el mundo de los sistemas de
información y del software para concentrarme en proyectos y servicios en los campos de la microinformática, redes locales, videoconferencia y soluciones
de outsourcing, área en la que me muevo aún hoy día.
En paralelo, y en lo que a deportes se refiere, a finales de 2004 descubrí el padel, deporte al que me enganché y sigo enganchado hoy día. Últimamente
estoy haciendo también mis pinitos en golf pero aún es pronto para valorar la experiencia. En lo relativo a actividad literaria, aparte de proseguir
con un intenso nivel de lectura, en los últimos años me he atrevido a hacer algún modesto intento de escritura de relatos cortos e incluso poesía. No
abandono, por más que lo vea difícil y lejano, la idea de algún día llegar a escribir al menos una novela y quién sabe si llegar a publicarla.
En 2006 inicié mi actividad en Internet con la primera versión de mi página personal. Posteriormente he ido entrando en el mundo de los blogs y de las
redes sociales y, lo que empezó como una mera curiosidad, se ha convertido en un ‘hobby’ por derecho propio, un ‘hobby’ que, además, tiene importantes
conexiones, aunque algo indirectas, con mi actividad profesional y que me permite desarrollar y enlazar otro tipo de intereses intelectuales y profesionales,
además de establecer interesantes contactos.
En un ejercicio de autoanálisis, un análisis inspirado en el concepto de marca personal, he determinado que, especialmente en el campo profesional, mis
tres valores fundamentales son, en este orden de prioridad, la honestidad, el compromiso y el conocimiento. La honestidad, el respeto a los demás y a
las normas tanto éticas como legales y procedimentales, constituye para mí un nivel mínimo, de obligado cumplimiento, sin el cual el resto de posibles
virtudes pierden todo su valor. El compromiso, por su parte, tiene que ver con el esfuerzo, con el rigor y la autoexigencia y puede compensar otro tipo
de carencias en cuanto a capacidad, formación o medios. El compromiso es clave puesto que creo que, a base de tesón y esfuerzo, se puede conseguir casi
cualquier cosa y, además, es algo que siempre se encuentra en nuestras manos y nuestra esfera de responsabilidad. Finalmente, el conocimiento y la inteligencia.
Aprecio, casi admiro, las personas con conocimientos profundos y con la inteligencia y habilidad para aplicarlos y concebir nuevas ideas o nuevas aplicaciones.
Quizá no es algo que se pueda exigir, quizá tenga una parte, sólo una parte, de don, de regalo de la naturaleza, pero siempre puede trabajarse en ello.
En cualquier caso, admiro, deseo y aspiro al conocimiento.
En ese sentido, me considero una persona intelectualmente muy curiosa, interesada en muchos campos, multidisciplinar… Aparte de los intereses ya esbozados
por la tecnología, por la literatura, por el deporte o por el mundo de la empresa y los negocios, siempre me han atraído, y he hecho algunas incursiones
al menos como lectura, en el mundo de la psicología, la filosofía o la sociología. Me encantan, además, las zonas fronterizas, los puntos donde las diferentes
disciplinas se cruzan, complementan y confunden. Y así, mi opción primaria es la tecnología, si, pero cada vez más me interesa la tecnología en relación con
los mercados, o la influencia de la tecnología en la sociedad, o los aspectos psicológicos y sociológicos que se encuentran detrás del uso de las redes
sociales, o la relación de la neurociencia con el marketing, y tantas y tantas otras zonas de conocimiento fronterizo.
Aunque ligeramente tímido e introvertido, disfruto mucho, paradójicamente, con las ocasiones de realizar presentaciones en público, de explicar ideas y
conceptos e, incluso, de motivar o de enseñar. Probablemente sea otra forma manifestación del aprecio por el conocimiento, no sólo en su vertiente de
adquisición, sino también en la de su procesamiento, elaboración y transmisión a terceros.
Hace un tiempo, un compañero de trabajo, precisamente tras visitar mi página personal, me dijo que era un ‘renacentista’. A juzgar por la satisfacción que
ese adjetivo me produjo, deduzco que tocó una fibra sensible, que acertó, al menos en lo que a mi aspiración e ideal se refiere. No alcanzaré, seguro, el
nivel y sabiduría de los grandes personajes del Cinquecento, pero si cumplo mi ideal de profundizar e integrar conocimiento referente a tecnología, economía,
empresa y sociedad, si mantengo mi interés por la ciencia, por la literatura, por la sociología, la filosofía y otras humanidades, si leo, escribo y hablo
sobre todo ello o sobre ficción y si, además, me interesa y practico deporte, quizá es que mi aspiración, mi modelo, mi ideal, es ser, en efecto, un
renacentista en pleno siglo XXI.
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